A veces el cuerpo ladra lo que el alma no puede decir. Este cuento no es solo sobre un hombre enfermo, sino sobre la costumbre de aguantarlo todo hasta que es tarde. Una historia sencilla, pero con los dientes apretados.
PERRO QUE LADRA NO MUERDE
Omar Monterrosa Orozco (2024)
“Perro que ladra no
muerde” era la frase que espetaba el viejo Fredy siempre que pasaba por la casa
por la casa de doña Flor y su perro criollo flaco como los palos de la cerca y
del pelaje negro mojoso por la mugre salía a ladrarle; ese pobre perro que
sobrevivía a base de agua y lo que le tiraban por la calle; al igual que todos
los días, Fredy iba de camino a la droguería con esa gripa que le daba dos
veces al año; de enero a junio y de julio a diciembre caminaba con ese sol
caliente que ni las vacas caminaban y como siempre silbando una canción
interrumpida por la tos y bien sea fuera de tiempo o de su autoría porque nadie
pudo identificarla jamás;
- Fredy ¿Qué haces
tirando pata con este sol caliente? - le pregunto Migue un antiguo compañero de
la mina.
- Voy pa’ la farmacia –
Respondió Fredy interrumpido por la tos y resoplándose la nariz.
<< Esas son
muchas ganas pensó Migue>> mientras Fredy siguió avanzando en su camino
con su paso ligero y cansado; llegando donde el boticario Fredy se encontró con
Carlitos un amigo de su infancia que toda la vida había vivido en el barrio y
en la ciudad.
- Fredy ¿Cómo estas mi
hermano? – Expreso Carlitos extendiendo su mano con una sonrisa para saludarle.
- Todo bien Carlos, con
esta gripa que no se me quita nunca – Fue la respuesta de Fredy e igualmente
extendió su mano para responder el saludo de su viejo conocido.
- Te va a matar esa
gripa mano, abre el ojo yo creo que deberías ir al médico – sugirió Carlos.
- Tranquilo Carlin;
“perro que ladra no muerde” no me mato la mina ¿Me va a matar una gripa? –
Respondió rápidamente Fredy con una corta risa y siguió caminando.
Las calles con sus
esquinas llenas de basura y las motos por todos lados eran lo que llenaba la
vista de Fredy; después de 10 años trabajando en la mina de carbón había
ahorrado un capital y se había devuelto a la ciudad en busca de descansar pero
desde entonces la gripa nunca se iba; el era un hombre de pueblo y eso de ir al
médico por una “gripita” era una pendejada y una gastadera de tiempo,
<<¿Pa’ que voy a ir si me van a mandar los mismo que voy a comprar? Se
decía para justificarse.
Cuando llego a la
farmacia Jhón el que atendía ya sabía porque estaba ahí.
- ¿Lo mismo de siempre
Fredy? – Le dijo.
- Ya te la sabes –
Respondió Fredy mientras pasaba su mano por la nariz, limpiándose los mocos.
Le empaco un par de
pastillas en una bolsa de papel marcada con los logos de la farmacia y se los
entrego; Fredy puso un billete de veinte mil pesos sobre el mostrador, le
devolvieron los quince mil respectivos para que Fredy diera la vuelta por donde
vino.
Aunque el sol estaba
caliente al atravesar la puerta de la Droguería Fredy sintió un sereno que
empezaba a desparramarse << Pa’ completar>> pensó << después
de la asoleada a serenarme>> dijo en voz baja para si mismo; pudo haberse
regresado y esperar en la farmacia a que mermara el sereno; sin embargo, entre
los murmullos del vendedor de “tutti frutti” y sus clientes se escuchó el
típico “eso es una nube que va pasando” lo que motivo la vuelta sobre sus pasos
y su marcha de la farmacia.
Las mimas personas, las
mismas calles, el mismo perro, la misma puerta de madera desgastada por donde
había salido a buscar su medicina y la misma casa vacía que lo recibía desde
que su mujer e hijos lo habían abandonado porque “se le puso vaina dura” el
silencio invadía la casa y de no ser por sus pasos y los ruidos de la calle, entre
ladridos de perros y los vehículos que pasaban; la casa se escucharía igual que
un cementerio al anochecer, las 2 sillas de pasta roja en la sala, acompañadas
de un televisor que había comprado de segunda puesto en lo que habría sido en
su momento un nochero color Vinotinto con las esquinas peladas por los roses,
una estufa de 2 puestos a la que solo le servía una mesa de madera vieja y
desgastada y el platero con los 4 platos de vidrio, 2 vasos de electroplata, 2
pocillos y 2 vasos de pasta eran todo lo que decoraba su “sala cocina” el piso
de cerámica de color beige se le notaba el polvo por el mal aseo; su estado de
salud le dificultad realizar algunas labores, y prefería no estresarse con eso;
se dirigió a la cocina tomo un vaso de pasta, se acercó a la puerta del patio y
en el balde lleno de agua que estaba junto a esta y lleno su recipiente se puso
las dos pastillas en la boca y se acerco el vaso con agua que olía a sarna a la
boca; tomo una bocanada y trago con fuerza para asegurar que las pastillas
bajaran por la garganta.
Arrojo el agua que
sobraba al patio con piso rustico y se movió hasta el cuarto; una ventana
iluminaba la habitación; el colchón en el piso porque no había podido comprar
cama aun por suerte el piso era de cerámica lo que evitaba que se ensuciara mas
el colchón, se recostó porque no tenía más que hacer además de que quería
refrescarse del sol y secarse el sereno que había recogido prendió el
ventilador de pasta que hacia mas ruido del viento que echaba y sin esperarlo
se quedo dormido.
Excelente tema gracias por regalarnos un poco de tu imaginación
ResponderEliminarMuchas gracias, es bueno poder compartir con los demás cada historia y saber que les agrada.
Eliminar