“No me respondas, solo léelo”
Carta abierta
No me respondas. No esta vez.
No me digas que todo estará bien, ni que el tiempo cura, ni que hay que seguir adelante. No busques consolarme como si el dolor fuera un error que hay que corregir. Solo léelo. Quédate conmigo en este silencio que también está hablando.
A veces solo quiero escribirte, aunque no contestes. Aunque no estés. Aunque no puedas —o no quieras— leerme. Porque hay palabras que no necesitan eco, solo necesitan salir.
Estoy cansado de explicarme. De traducirme. De suavizar lo que siento para que los demás no se incomoden. Hoy no quiero fingir que estoy bien ni redactar emociones con ortografía emocional correcta. Hoy quiero llorar mal escrito. Quiero decirlo todo sin decirlo bonito.
Me duele lo que no dije a tiempo. Lo que no se resolvió. Lo que se fue sin avisar. Me pesa el intento de ser fuerte, como si esa fuera una meta. Como si sentir fuera una falla. Y no, no quiero consejos. Solo quiero que esto exista.
Esta carta no es una despedida. Ni una súplica. Ni una acusación. Es solo eso: una carta. Una forma de ponerle piel al pensamiento, cuerpo al recuerdo. Una manera de no olvidarme de lo que aún duele, sin tener que justificarlo.
Porque a veces el amor también es esto: escribirle a alguien que ya no está. O que nunca estuvo del todo. Y aún así, hacerlo con ternura.
Así que no respondas. No digas nada. Solo léelo.
Y si algo dentro de ti se reconoce en estas palabras, quédate un momento. Respira conmigo en este espacio sin respuestas.
A veces, eso basta.
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